El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como
Purísima Concepción, es una creencia del catolicismo que sostiene que María,
madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada
por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción,
estuvo libre de todo pecado.
No debe confundirse esta doctrina con la doctrina de la
maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin
intervención de varón y que María permaneció virgen antes, durante y después
del embarazo.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la
Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de
Cristo, y sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más,
libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a
todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a
ser la madre de Jesús, que es también Dios. La doctrina reafirma con la
expresión «llena eres de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del
arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este
aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.