domingo, 13 de julio de 2014

Argentinos Subcampeones, gracias.

La final se disputó en el estadio Maracaná de Río de Janeiro ante unas 70.000 personas. Fue la cuarta consagración alemana después de las alcanzadas en 1954, 1974 y 1990.
Alejandro Sabella realizó un planteo muy similar al del cotejo con Holanda por las semifinales: un 4-4-2 bien definido, con las líneas bien pegadas para cubrir los espacios en defensa, con presión en la mitad de la cancha para no dejar pensar al rival, y con sus volantes externos y delanteros atentos para salir rápido de contraataque.
En síntesis, Argentina jugó el partido que pensó: le cedió campo y pelota a Alemania, pero sin perder de vista el arco del adversario.
La defensa lució sólida, más allá de las tres chances que tuvo el equipo de Joachim Löw en el último cuarto de hora de la primera etapa: con dos remates Andre Schurrle (36m.) y Toni Kroos (43m.) que contuvo Sergio Romero y un cabezazo de Benedickt Höwedes (46m.) que dio en el palo izquierdo.
El mediocampo luchó cada pelota como si fuera la última y nunca perdió el orden táctico, con Ezequiel Lavezzi por derecha, Lucas Biglia y Javier Mascherano, en el doble cinco, y Enzo Pérez por izquierda.
Pero le faltó volumen de juego (el precio de jugar con un sistema efectivo pero conservador), más allá de los arranques de Lionel Messi, que por derecha ganó cada vez que encaró, consignó la agencia Télam.
Pese a eso, el seleccionado argentino tuvo dos oportunidades clarísimas de gol en los pies de Gonzalo Higuaín (20m.), que desperdició un mano a mano increíble, y Messi (39m.), que sin ángulo no pudo definir.
Alemania, con un 4-2-3-1, manejó con criterio aunque fue lento con la pelota: tuvo el dominio territorial, pero careció de volumen de juego, y cada vez que Argentina lo atacó no se mostró ni firme ni seguro atrás.

En los minutos finales el desarrollo del partido fue mucho más desprolijo, emotivo, pero sin llegadas a los arcos. Y ante todo sin un dueño absoluto.
Ya en el primer tiempo suplementario, a los 38 segundos, otra vez Romero le ganó en el duelo a Schürrle y Palacio, a los 6 minutos, se lo perdió solo -al igual que contra Holanda- ante el arquero.
Los dos equipos, a esa altura del partido, sintieron el cansancio por el desgaste realizado. Se empezó a jugar, sin dudas, con el corazón. Y Argentina, además, con el aliento de las 30 mil almas que se hicieron sentir, como nunca, en un Maracaná hóstil.




Argetina, campeón en 1978 y 1986, perdió con dignidad un partido cerrado y parejo, una final que quedará en la historia como la segunda vez que cae con la camiseta azul ante el mismo rival.